Como Winnie de Los días felices, enterrada en la nada y sin Willie, estoy en una isla peleándome con la duda.

Desde el minuto 0 no sé qué hacer. Si me levanto, si me quedo acostada, si despierto o sigo durmiendo, si nado o si vuelo, si el pasado, si el futuro, si un hombre o dos o tres o sola. Si el recuerdo de mi padre o el de mi madre. Si la memoria o el porvenir. Si la risa o el llanto. Si el café o la leche. Si sentir o pensar. Si Vladimir o Estragón.

Si cantar o cantar o cantar o cantar o cantar, ocarina, o cantar.

Si el día o la noche.

Como Winnie de Los días felices, de Samuel Beckett, yo también soy pelirroja, pecosa, con la cara pecosa, alguna cana, por el tiempo que pasa, que deja su huella en mi rostro, alguna arruga quiero decir.

Sin Willie, sin nadie que me dé conversación, casi como Winnie, sola, en esta isla de roca, blanca, dudando si pesar hasta el centro de la tierra como un remolino o elevarme al cielo como un chorro de agua caliente que llega a la nube más cercana y la convierte en lluvia solo para esta isla, mi isla, yo misma, misma, mismísima, isla, mismísima isla, pelirroja, casi rubia, pecosa y alguna cana.

Siempre la duda. De ser o no ser, jajaja. Shakespeare, mi poeta en mi cabeza. Shakespeare en mi cabeza. Shakespeare, Samuel Beckett, Joyce, sobre todo Beckett.

De Beckett aprendí a callar. Esos silencios largos que te permiten no decir nada. Esos silencios largos. Escucha este silencio, en esta isla, silencio. Schssssss.

¿Lo has oído? ¿Lo has oído Willie? Jajaja. Los días felices otra vez en mi cabeza. La soledad, la soledad de Winnie porque Willie es como si no existiese.

Otro pequeño silencio, escúchalo. Schssssss.

Mi pregunta es: cuando Beckett escribía los silencios, cuando Beckett hacía los silencios ¿Qué veía? ¿Qué pensaba? ¡Qué maravillosa pregunta para Samuel Beckett! Dejaba de sonar la máquina de escribir, nadie podía oírla y el silencio era tan largo, tan largo, larguísimo, que cabía cualquier obra de Shakespeare en medio de Los días felices, en cualquier punto de Esperando a Godot emergía Hamlet o el Rey Lear, que se habían colado en los silencios.

Soy la duda.